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Violeta Favero Labal:

"Villa Ortúzar es parte de mi historia familiar"

La joven de 22 años afirmó que el Galpón de Ortúzar es el “hogar de la lucha y las demandas barriales” y se mostró orgullosa de ser parte del espacio cultural.

​Por Abril García Martínez


Estudia dos licenciaturas en la Universidad Nacional de General San Martín, trabaja de manera independiente e igual encuentra el tiempo para devolverle al barrio de su vida todo lo que este le dio. Violeta Favero Labal tiene 22 años, estudia Cine Documental y Ciencias Políticas, y vive en Villa Ortúzar desde que tiene memoria. Su historia familiar está profundamente arraigada a este barrio porteño, marcado por luchas de solidaridad y un compromiso comunitario que la joven mantiene vivo a través de las generaciones. 

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¿Cómo empieza tu historia con Villa Ortúzar?
Vivo en el barrio desde que tengo tres años y mis primeros recuerdos son todos acá: la plaza de mi infancia, la primaria en el Mariano Acha, y los vecinos que, desde el primer día, me hicieron saber que estaban para lo que necesite. Es un barrio chico, de casas bajas (por ahora), en el que puedo caminar tranquila. Más allá de mí, el barrio es una parte fundamental en la historia de mi familia. La familia de mi padre vive en Villa Ortúzar desde los años 70, llegaron al barrio luego de ser exiliados de Uruguay durante la dictadura y no se fueron nunca. 

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¿Cómo decidiste involucrarte en la vida del barrio? 
Todo empezó por el Galpón. Me llamó la atención cuando varios vecinos lo refaccionaron y crearon un espacio de talleres, actividades y apoyo comunitario. El 24 de septiembre se cumplen dos años desde la primera vez que me sumé activamente al Galpón. Íbamos a salir con amigos y les propuse ir a la Plaza 25 de Agosto, que queda a media cuadra de mi casa. Pasamos por el Galpón y quedamos fascinados con la peña por el bachillerato popular que daba clases allí. Era un día de primavera espectacular con música y varias actividades. Ahí le pregunté a Chippa (Juan Martín Chippano), un vecino comprometido y militante que encabeza la organización del Galpón, si alguien daba apoyo escolar. Al rato me escribió para coordinar la primera clase el siguiente lunes. Di la clase fascinada y emocionada, ansiosa por volver. A la semana, tiraron abajo el Galpón.​

Villa Ortúzar es solidaridadVioleta Labal Favero
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¿Cómo viviste el día que tiraron abajo el galpón?

La demolición del galpón fue un antes y un después en el barrio y también en mi vida. Fue el principio de mi compromiso explícito con el barrio y mis vecinos porque entendí que algo muy especial para nosotros había sido amenazado y que teníamos que defenderlo. Así te hacen sentir en Ortúzar. Siempre digo que mi barrio es muy solidario, y una de las cosas que más me gustan de vivir acá es que, entre vecinos, estamos todos conectados. El barrio resiste al individualismo que vemos en las ciudades. Acá los vecinos tenemos muchas redes y creemos en poder ayudarnos entre nosotros. El Galpón nuclea eso mismo, y es por esas redes que todavía sigue vivo. ​

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¿Cuál creés que es el secreto para mantener esa conexión entre los vecinos?

Las relaciones vecinales están vinculadas con la historia de lucha del barrio. Mi padre militó en el conflicto de la ex Au 3 (donde se expropió y desalojó una franja importante de inmuebles, terrenos y edificios enteros con el fin de construir una autopista), ya que la casa de mi familia paterna estaba ahí. Estar presente en el barrio, hablar con los vecinos, achica las distancias de la ciudad. Con el Galpón se vio lo mismo: apenas nos enteramos de los planes de demolerlo todos nos sentamos adentro para impedir que sigan destruyéndolo. Pasamos de septiembre a marzo cuidando la estructura que quedaba, durante el día y la noche. Sumamos talleres, actividades, festivales, ciclos. Durante esa resistencia un asentamiento en el barrio se prendió fuego y los lazos que generó el galpón ayudaron a esas familias.

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Crédito: Violeta Favero Labal. 

​¿Cómo es tu relación personal con tus vecinos? 
Tengo una anécdota que define mi relación muy bien: cuando era chica, mi viejo me llevaba al primario, el Colegio Primario Mariano Acha. Mientras caminábamos, él saludaba a toda persona que pasaba por al lado. Yo le preguntaba si los conocía y en general me decía que sí (“es el hermano, el primo, el cliente, el dueño de…”). Otras veces me decía que no, pero que igual saludaba. A mí me generaba una mezcla de vergüenza y ternura, pero hoy, a los 22 años, me encuentro haciendo lo mismo. Salgo a la calle y paso horas sentada en la vereda hablando con vecinos sobre cualquier cosa. Este año, mientras caminaba por el barrio porque sí, Susy, una de las vecinas de la traza (donde se iba a hacer la Au 3), estaba sentada en la vereda de su casa. Nunca habíamos cruzado muchas palabras, pero me invitó a sentarme a charlar y acepté. Estuvimos horas discutiendo historias del barrio, la relación de su familia con la mía, y la lucha por tener un barrio mejor y una vivienda digna. Este es el tipo de relaciones que consolida nuevamente el Galpón.

 

¿Cómo describirías el impacto del galpón en la comunidad?

El Galpón es mucho más que un espacio físico, es una comunidad organizada que sintetiza la solidaridad y el compromiso del barrio. Tras su demolición, nos seguimos organizando para generar actividades que fortalezcan los lazos vecinales. Es un espacio que se convirtió en un refugio durante tiempos difíciles, como cuando ocurrió el incendio en un asentamiento del barrio. Coordinamos reuniones con las autoridades y conseguimos recursos para ayudar a esas familias. Actualmente organizamos una feria tematizada todos los meses donde impulsamos a los vecinos a traer donaciones para distintas causas y otorgamos a los emprendedores del barrio un espacio para laburar.


Con su cámara en mano y mientras miraba a sus vecinos disfrutar de un día soleado en la plaza, Favero expresó sonriente: “Si el barrio es solidaridad, compromiso, lazos irrompibles, resistencia, el galpón es todo eso porque sintetiza al barrio en todos sus rasgos. Es por eso que su demolición no lo hizo desaparecer: si el galpón es Ortúzar, el galpón no son cuatro paredes. El barrio está vivo; y, por eso, el galpón está más fuerte que nunca”.

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